A veces vienen ya educados y otras no y ese proceso de aprendizaje a obedecerme en no tocarse sin mi permiso lleva tiempo, incluso meses por lo que durante ese período, en cuanto entran a mi sala, hago que se desnuden y les ato las manos. Su desesperación es fascinante, el estado de excitación que alcanzan es sublime y sus promesas si pudieran cumplirlas habrían hecho que hoy fuera la dueña del mundo. Con paciencia y tiempo, aprenden. Y el día que puedo liberarlos y se toquen solo cuando los autorizo es sumamente excitante. Ese día, generalmente los premio con un orgasmo. Mío, por supuesto!
Señora Artemisa
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