Le escribí a la Señora Artemisa rogándole ser su perrito. Estaba loco porque me pusiera una correa y me paseara por su estudio babeando detrás de su adorable trasero. Deseaba besarlo, adorarlo y lamérselo en cada rincón de su calabozo. Ella accedió después de mucho insistir, pero a cambio me pidió que estuviera 15 días en abstinencia.
Se me hizo muy duro estar tanto tiempo en castidad voluntaria, pero sabía que mi sacrificio satisfaría mucho a mi Señora.
Llegué a nuestra cita con la puntualidad de un reloj y toqué el timbre. Pasaron varios interminables minutos hasta que escuche el sonido de unos taconazos que se acercaban. Después del control de rigor por la mirilla de la puerta, esta se abrió y entré poniéndome rápidamente de rodillas. Ante mi había unos pies de impecable pedicura francesa sobre unos zuecos blancos de 18 cm de altura. No llevaba medias y los zuecos dejaban los pies casi desnudos. Nunca había visto algo tan sexy y deseable. La saludé besando cada pie con extremada delicadeza hasta que la Señora Artemisa dijo:
- Buenas tardes, criado. Pasa al baño, te aseas y me esperas de rodillas de cara a la pared.
Mientras me desnudaba para cumplir las instrucciones de mi Dueña me di cuenta de que tenía que ducharme porque me había manchado. No era consciente de haber tenido un orgasmo y mi erección no demostraba lo contrario, pero había mojado copiosamente. Me duché rápidamente, me sequé y me puse de rodillas de cara a la pared. El tiempo pasaba y la Señora no aparecía. Empezaba a preocuparme porque calculaba que habían pasado 10 minutos cuando escuché el sonido de sus espectaculares zuecos. El sólo sonido de sus pasos me hizo entrampar arrogantemente.
- Recoge las flores y sígueme hasta mi trono - dijo amablemente.
Caminar de rodillas detrás de ella me dejó contemplar las plantas de sus pies al caminar y seguir subiendo por sus piernas dormidas hasta casi su divino trasero, pues llevaba un minúsculo traje blanco de encaje muy ceñido. Se sentó en su trono cruzando las piernas y dijo:
- ¿Has cumplido con tu parte del trato?¿has permanecido sin tocarte durante 15 días?
- Sí, mi Señora. Se lo prometo. He seguido sus instrucciones al pie de la letra. Reconozco que algún día, por costumbre, me toqué mientras leía su blog, pero al darme cuenta lo dejaba rápidamente. No he tenido un orgasmo durante 15 días.
- ¿Pero te has tocado? - dijo ella con enfado.
- Sí, pero no. Siempre de forma maquinal mientras veía sus fotos y su blog, pero lo dejaba en cuanto era consciente. Sólo me pasó los primeros días. la última semana sólo me he tocado para lavarme, de verdad, Señora.
- Bueno, bueno. Te voy a conceder tu deseo de ser mi perrito faldero, pero como no has seguido estrictamente mis instrucciones, yo también haré algunos cambios en cuanto a tus deseos ¿te parece justo?
- Sí, Señora. Gracias - respondí inmensamente agradecido.
- Muy bien - dijo con una sonrisa y añadió- Con esa erección es difícil que te instale el dispositivo de castidad, pero creo que podré ponerte el resto de equipamiento.
Se levantó sobre sus altísimos zuecos y caminó hasta una mesa de la que agarró un collar negro de tachuelas con un cascabel. Me lo supo a la vez que emitía un pequeño gemido de satisfacción y preguntó:
- ¿Cómo te sientes?
- Muy bien Señora. Gracias. Es un sueño ser su perrito.
Luego me colocó unas rodilleras y unas coderas negras y unas muñequeras y unas tobilleras con unos grilletes.
Al colocarme unas pinzas en los pezones ahogué un grito de dolor que sonó como de placer, lo que provoco que la Señora tirara de la cadena que unía ambas pinzas y me provocara un dolor fortísimo.
- Pensé que te guastaba, kratos- dijo mirándome a los ojos - Ese es el nombre que he elegido para ti, si hoy das la talla para pertenecer a mi harén. Estas palabras fueron un bálsamo para mi, pues en ese momento me encontraba lleno de dudas que se disiparon al momento. Me sentía ahora tan decidido y con tantas ganas de seguir adelante que contesté casi de forma desafiante. - Guau. - ja,ja, ja Si es que aprendes rápidamente. Me encanta -dijo con enorme satisfacción. - A partir de ahora no hablarás. - añadió - Para decir sí, un ladrido, y para decir gracias, dos - dijo mientras ataba mi collar a una correa. - Vamos, perrito obediente. Camina - dijo tirando de la correa. Me paseó por el estudio mientras yo contemplaba sus divino cuerpo. Delante de la cruz de san Andrés me hizo besarle las nalgas, lo que me hizo entrar en los terrenos de la locura. Mi deseo era insoportable. Hubiera hecho cualquier cosa por ella. Luego tomó otro juguete de una mesa y dijo: - Sólo te falta el rabito para ser un perrito faldero perfecto. En sus manos tenía un plug negro con una cola de perro. Me impresionó bastante. No me lo esperaba, pero yo estaba tan excitado y ella estaba tan radiante que no me atreví a protestar. El plug, sin duda, no era para novatos, pero la Señora Artemisa lo lubricó y me lo introdujo con destreza y facilidad. Afortunadamente no me corrí aunque goteé en abundancia. Sin duda , después de 14 días en castidad, mis pelotas estaban muy llenas. Recogió con con su dedo incide las gotas de preseminal y las puso delante de mi cara sin decir nada. Yo lo limpie de manera más natural porque no era la primera vez que lo hacía y sabía perfectamente cuál debía ser mi reacción para agradarla. - Muy bien - dijo- ahora mueve el rabito y ladra para tu Señora. Y comencé moverlo y a ladrar. Me sentía ridículo y humillado pero el movimiento del rabito azotaba mis nalgas cuando lo movía fuerte y el plug masajeaba mi ano provocándome un placer incontenible. - Ni se te ocurra correrte. Yo gimiendo y lloriqueando le dije: - Si lo sigo moviendo me correré. No lo puedo controlar. La Señora Artemisa me dio un fuerte cachete y dijo: -¿Quién te ha dado permiso para hablar? Sólo pude gemir como un perrito y decir "guau, guau" - Comprenderás que esto no puede pasar sin un severo castigo - dijo con severidad y enojo. Luego tomo una pelotita de goma espuma y me dijo: - ¿Quieres jugar con la pelotita? - Guau -dije- provocando en su precioso rostro una grata satisfacción. Tiró la pelotita y yo corrí moviendo mi rabito. La tome con mi boca y volví para entregarsela, pero ella la volvió a tirar muerta de risa. Así una y otra vez, hasta que la pelotita se quedó debajo de una cómoda. Mi cabeza no cabía debajo para atraparla y empecé a ladrar impulsivamente. La Señora se rió abiertamente y dijo: - Si no puedes traerla con tu boca, podemos seguir con esto - En sus manos tenía un pene de goma rosa que tiró en varias ocasiones hasta que se cansó o dejó de divertirla. Entonces me preguntó: - ¿Tienes sed, cachorrito? Estaba seco de tanto jugar y agradecí la delicadeza de mi Señora. - Gua, gua - respondí. Tirando de la correa me llevó hasta la cocina, tomó un cuenco plateado para mascotas, lo llenó de agua y lo puso en el suelo para que bebiera. Mientras bebía podía contemplar sus perfectos pies en esos maravillosos zuecos. Deseaba lamérselos, adorarlos, profanarlos con mi lengua. Después de recuperar fuerzas con el agua me llevó hasta su trono. Me hizo ponerme de pie con las manos en la espalda. Mi erección era brutal. La Señora la separó de mi vientre y la bajó hasta los 90 grados provocándome un fuerte gemido de placer que no pude reprimir. Ella soltó mi erección de golpe y ésta volvió hasta mi vientre. Se rio dulcemente, sopesó y agarró mis hinchadas pelotas mientras con la punta del dedo índice acariciaba suavemente mi glande del que brotaron varias gotas de preseminal. Me iba a correr, pero me soltó de pronto y preguntó: - ¿Qué prefieres correrte o adorarme los pies a tu antojo? Al llegar a casa tenía un mensaje con una foto que decía. Lo has hecho muy bien. Estoy muy orgullosa de tu elección. Lo tendré en cuenta en el futuro. Puedes masturbarte por mi. La foto, eran sus pies marcando figura en los zuecos de 18 cm.
Le escribí a la Señora Artemisa rogándole ser su perrito. Estaba loco porque me pusiera una correa y me paseara por su estudio babeando detrás de su adorable trasero. Deseaba besarlo, adorarlo y lamérselo en cada rincón de su calabozo. Ella accedió después de mucho insistir, pero a cambio me pidió que estuviera 15 días en abstinencia.
Se me hizo muy duro estar tanto tiempo en castidad voluntaria, pero sabía que mi sacrificio satisfaría mucho a mi Señora.
Llegué a nuestra cita con la puntualidad de un reloj y toqué el timbre. Pasaron varios interminables minutos hasta que escuche el sonido de unos taconazos que se acercaban. Después del control de rigor por la mirilla de la puerta, esta se abrió y entré poniéndome rápidamente de rodillas. Ante mi había unos pies de impecable pedicura francesa sobre unos zuecos blancos de 18 cm de altura.
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No llevaba medias y los zuecos dejaban los pies casi desnudos. Nunca había visto algo tan sexy y deseable. La saludé besando cada pie con extremada delicadeza hasta que la Señora Artemisa dijo:
- Buenas tardes, criado. Pasa al baño, te aseas y me esperas de rodillas de cara a la pared.
Mientras me desnudaba para cumplir las instrucciones de mi Dueña me di cuenta de que tenía que ducharme porque me había manchado. No era consciente de haber tenido un orgasmo y mi erección no demostraba lo contrario, pero había mojado copiosamente. Me duché rápidamente, me sequé y me puse de rodillas de cara a la pared. El tiempo pasaba y la Señora no aparecía. Empezaba a preocuparme porque calculaba que habían pasado 10 minutos cuando escuché el sonido de sus espectaculares zuecos. El sólo sonido de sus pasos me hizo entrampar arrogantemente.
- Recoge las flores y sígueme hasta mi trono - dijo amablemente.
Caminar de rodillas detrás de ella me dejó contemplar las plantas de sus pies al caminar y seguir subiendo por sus piernas dormidas hasta casi su divino trasero, pues llevaba un minúsculo traje blanco de encaje muy ceñido. Se sentó en su trono cruzando las piernas y dijo:
- ¿Has cumplido con tu parte del trato?¿has permanecido sin tocarte durante 15 días?
- Sí, mi Señora. Se lo prometo. He seguido sus instrucciones al pie de la letra. Reconozco que algún día, por costumbre, me toqué mientras leía su blog, pero al darme cuenta lo dejaba rápidamente. No he tenido un orgasmo durante 15 días.
- ¿Pero te has tocado? - dijo ella con enfado.
- Sí, pero no. Siempre de forma maquinal mientras veía sus fotos y su blog, pero lo dejaba en cuanto era consciente. Sólo me pasó los primeros días. la última semana sólo me he tocado para lavarme, de verdad, Señora.
- Bueno, bueno. Te voy a conceder tu deseo de ser mi perrito faldero, pero como no has seguido estrictamente mis instrucciones, yo también haré algunos cambios en cuanto a tus deseos ¿te parece justo?
- Sí, Señora. Gracias - respondí inmensamente agradecido.
- Muy bien - dijo con una sonrisa y añadió- Con esa erección es difícil que te instale el dispositivo de castidad, pero creo que podré ponerte el resto de equipamiento.
Se levantó sobre sus altísimos zuecos y caminó hasta una mesa de la que agarró un collar negro de tachuelas con un cascabel. Me lo supo a la vez que emitía un pequeño gemido de satisfacción y preguntó:
- ¿Cómo te sientes?
- Muy bien Señora. Gracias. Es un sueño ser su perrito.
Luego me colocó unas rodilleras y unas coderas negras y unas muñequeras y unas tobilleras con unos grilletes.
Al colocarme unas pinzas en los pezones ahogué un grito de dolor que sonó como de placer, lo que provoco que la Señora tirara de la cadena que unía ambas pinzas y me provocara un dolor fortísimo.
- Pensé que te guastaba, kratos- dijo mirándome a los ojos - Ese es el nombre que he elegido para ti, si hoy das la talla para pertenecer a mi harén. Estas palabras fueron un bálsamo para mi, pues en ese momento me encontraba lleno de dudas que se disiparon al momento. Me sentía ahora tan decidido y con tantas ganas de seguir adelante que contesté casi de forma desafiante. - Guau. - ja,ja, ja Si es que aprendes rápidamente. Me encanta -dijo con enorme satisfacción. - A partir de ahora no hablarás. - añadió - Para decir sí, un ladrido, y para decir gracias, dos - dijo mientras ataba mi collar a una correa. - Vamos, perrito obediente. Camina - dijo tirando de la correa. Me paseó por el estudio mientras yo contemplaba sus divino cuerpo. Delante de la cruz de san Andrés me hizo besarle las nalgas, lo que me hizo entrar en los terrenos de la locura. Mi deseo era insoportable. Hubiera hecho cualquier cosa por ella. Luego tomó otro juguete de una mesa y dijo: - Sólo te falta el rabito para ser un perrito faldero perfecto. En sus manos tenía un plug negro con una cola de perro. Me impresionó bastante. No me lo esperaba, pero yo estaba tan excitado y ella estaba tan radiante que no me atreví a protestar. El plug, sin duda, no era para novatos, pero la Señora Artemisa lo lubricó y me lo introdujo con destreza y facilidad. Afortunadamente no me corrí aunque goteé en abundancia. Sin duda , después de 14 días en castidad, mis pelotas estaban muy llenas. Recogió con con su dedo incide las gotas de preseminal y las puso delante de mi cara sin decir nada. Yo lo limpie de manera más natural porque no era la primera vez que lo hacía y sabía perfectamente cuál debía ser mi reacción para agradarla. - Muy bien - dijo- ahora mueve el rabito y ladra para tu Señora. Y comencé moverlo y a ladrar. Me sentía ridículo y humillado pero el movimiento del rabito azotaba mis nalgas cuando lo movía fuerte y el plug masajeaba mi ano provocándome un placer incontenible. - Ni se te ocurra correrte. Yo gimiendo y lloriqueando le dije: - Si lo sigo moviendo me correré. No lo puedo controlar. La Señora Artemisa me dio un fuerte cachete y dijo: -¿Quién te ha dado permiso para hablar? Sólo pude gemir como un perrito y decir "guau, guau" - Comprenderás que esto no puede pasar sin un severo castigo - dijo con severidad y enojo. Luego tomo una pelotita de goma espuma y me dijo: - ¿Quieres jugar con la pelotita? - Guau -dije- provocando en su precioso rostro una grata satisfacción. Tiró la pelotita y yo corrí moviendo mi rabito. La tome con mi boca y volví para entregarsela, pero ella la volvió a tirar muerta de risa. Así una y otra vez, hasta que la pelotita se quedó debajo de una cómoda. Mi cabeza no cabía debajo para atraparla y empecé a ladrar impulsivamente. La Señora se rió abiertamente y dijo: - Si no puedes traerla con tu boca, podemos seguir con esto - En sus manos tenía un pene de goma rosa que tiró en varias ocasiones hasta que se cansó o dejó de divertirla. Entonces me preguntó: - ¿Tienes sed, cachorrito? Estaba seco de tanto jugar y agradecí la delicadeza de mi Señora. - Gua, gua - respondí. Tirando de la correa me llevó hasta la cocina, tomó un cuenco plateado para mascotas, lo llenó de agua y lo puso en el suelo para que bebiera. Mientras bebía podía contemplar sus perfectos pies en esos maravillosos zuecos. Deseaba lamérselos, adorarlos, profanarlos con mi lengua. Después de recuperar fuerzas con el agua me llevó hasta su trono. Me hizo ponerme de pie con las manos en la espalda. Mi erección era brutal. La Señora la separó de mi vientre y la bajó hasta los 90 grados provocándome un fuerte gemido de placer que no pude reprimir. Ella soltó mi erección de golpe y ésta volvió hasta mi vientre. Se rio dulcemente, sopesó y agarró mis hinchadas pelotas mientras con la punta del dedo índice acariciaba suavemente mi glande del que brotaron varias gotas de preseminal. Me iba a correr, pero me soltó de pronto y preguntó: - ¿Qué prefieres correrte o adorarme los pies a tu antojo? Al llegar a casa tenía un mensaje con una foto que decía. Lo has hecho muy bien. Estoy muy orgullosa de tu elección. Lo tendré en cuenta en el futuro. Puedes masturbarte por mi. La foto, eran sus pies marcando figura en los zuecos de 18 cm.
Si también quieres que te haga un perrito, ponte en contacto conmigo: https://domina-artemisa.wixsite.com/my-site/blog
Señora Artemisa
Una experiencia inolvidable.
very nice