Al principio de tu primera sesión, me explicaste que eras ante todo fetichista. Respeté tus deseos y tus límites y empezamos con sesiones suaves, digamos de dominación erótica. Sesión tras sesión, progresaste mucho en tu estado de sumisión. Empecé a explicarte que la verdadera sumisión no consiste en satisfacer tu deseo de sumisión, sino en satisfacer mi deseo de dominación y control. Un día te expliqué que lo que realmente me complacería sería que, después de correrte sobre mis pies, como tanto te gusta hacer, me los limpiaras con tu lengua. Y te entregaste a mis deseos. Así te enseñé a querer lamerme tu propio esperma después de correrte. Me sentí muy orgullosa de tus progresos: te volviste adicto a tu semen y a mis deseos.
Señora Artemisa
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si el no quiere limpiarlo lo hara la criada jeje