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A pesar de todos nuestros esfuerzos, ¡no conseguimos que se le bajara la erección!

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Este sumiso quería convertirse en nuestro juguete. Su rostro desapareció bajo una capucha de cuero, sus ojos ocultos, su boca amordazada, sus muñecas atadas a la espalda. Finalmente inmovilizado por los testículos sujetos por este malicioso dispositivo. Se entregó a nosotros y eso pareció excitarlo mucho, ya que su polla se mantuvo dura. Pensándolo bien, era su única forma de expresarse. Y no conseguimos poner fin a la expresión de su deseo por nosotros...


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